¿Por qué el Erotismo importa? Keeping Shibari Dirty.

Este artículo es una traducción del artículo de Zetsu Nawa en Kinbaku today “Why Eros Matters: Keeping Shibari Dirty“. Agradezco al autor la confianza y el permiso para su traducción.

¿Por qué el Erotismo importa?

Probablemente el mayor debate en la escena de shibari a hoy en día es la cuestión de si el shibari es o no “sexual”. Da igual que opines que si o que no, la respuesta que recibas va a ser intensa y profundamente personal.

Para mi, esta cuestión es importante.

Como sugiere el título del ensayo, estoy a favor de un shibari erótico, y quiero explicar por qué. Es algo más que una cuestión de preferencia personal o de que me gusta. Es una cuestión mucho más profunda.

En primer lugar, quiero decir que el erotismo es algo que va más allá de una definición limitada del sexo. Para mí, el sexo es un acto físico. Y aunque es una de las expresiones más claras del erotismo, sólo es una de ellas. El erotismo es, para mí, algo que ocurre en la mente, no en el cuerpo. Es, a falta de un término mejor, lo que nos pone, lo que nos excita. Su raiz está en la imaginación y en la fantasía. El resultado es una sensación de “excitación sexual” que puede o no desembocar en un acto sexual.

Cuando hablo de Eros o erotismo, estoy hablando de sentimientos, emociones e intención. Uno puede encontrar increíblemente erótica la visión de su pareja atada, indefensa y luchando, tanto si la toca como si no.

El erotismo tiene que ver con la estimulación, la excitación y, por encima de todo, la fantasía.

Follar, chupar, masturbar, comer el coño, besar, meter los dedos, los orgasmos o cualquier otro acto físico que uno pueda realizar, puede ser una expresión física del erotismo, pero no es en absoluto necesario para que algo sea erótico. Algo tan sencillo como mirar, el voyeurismo, puede pertenecer completamente al ámbito de lo erótico.

Si el shibari debe entenderse en el mundo del BDSM, el kink, el fetichismo o el SM, entonces tiene que existir un componente erótico. No consideramos fetichista ni kink a alguien que ama mirar una rosa porque si. Todo esto cambia si el acto de mirar esa rosa les excita. O llevado a un extremo, si no puede excitarse en absoluto sin mirar las rosas.

Esta distinción es importante.

Y la razón por la cual esta distinción es importante, al menos para mí, es que eliminar ese elemento es olvidar una parte muy importante del proceso. El shibari tiene una historia y esa historia debe ser recordada como parte del tejido mismo y de la esencia de lo que hacemos hoy.

La historia a la que me refiero no es la de los samuráis japoneses, el hojojutsu y las geishas Ukiyo atadas con obis de kimonos. Tampoco es una historia de artes y ataduras.

Es la historia de la vida de las personas.

En 1925, una revista llamada Sunday Mainichi (サンデー毎日) publicó una serie de fotos  de Sawara Kise hechas por Ito Seiu, atada en la nieve. Fue un momento importante no sólo porque es una de las primeras representaciones de bondage erótico en Japón, sino por la reacción que suscitó. A raíz de esas imágenes, Ito fue tachado de “pervertido” (変態/hentai).

A partir de ese momento, el bondage erótico a través de la cuerda en Japón se convirtió en algo que requería un sacrificio para poder practicarlo.

No sólo los bakushi hacían esos sacrificios, sino también las modelos que aparecían en las primeras revistas (por eso había tan pocas, sobre todo en los primeros tiempos del Kitan Club) y los que luchaban contra la censura para que se publicaran esas primeras revistas.

Hay un ensayo del Kitan Club de 1953, escrito por Tsujimura Takashi, titulado “El impulso psicológico de hacer Seme”, en el que varios lectores de la revista participan en una mesa redonda sobre por qué les gusta la cuerda en el SM. Los distintos participantes hablan de algunos de sus primeros recuerdos y fantasías y de lo que les inspira a realizar juegos SM en la cama.

Lo que me sorprendió al leer el artículo fue el grado en que ese tipo de prácticas debían permanecer ocultas, mucho más de lo que lo hacen hoy.

En cierto sentido, es la historia de un grupo de personas con deseos considerados extraños, pervertidos y anormales que se encuentran y comienzan el proceso de descubrir que no están solos.

Aquellos que decidieron dedicarse al kinbaku, sobre todo profesionalmente, no lo hicieron por el dinero, ya que no había mucho de eso. Lo hacían por pasión y deseo. Como describe Ugo, “Nureki, Osada y Akechi (también Ito y Minomura) no eran buenos en los negocios. Por supuesto, todos ellos tenían familia y, por tanto, debían ganar dinero hasta cierto punto. Pero si tuvieran que elegir entre dinero y no SM o SM y no dinero, definitivamente elegirían lo segundo”.

Las dos historias que más me impactan son las de Akechi Denki y Nureki Chimuo. El funeral de Akechi fue la primera vez que sus hijos adultos supieron a qué se dedicaba profesionalmente. A su hija, sin embargo, no le contaron, y puede que aún no sepa, que su padre fue uno de los artistas de shibari más conocidos de todos los tiempos. Del mismo modo, la familia de Nureki ha mantenido en secreto el lugar de su tumba, para que no sea visitada por los aficionados o incluso por los estudiantes de cuerda.

A lo largo de sus carreras, los bakushi, los modelos, los directores y los productores utilizaron (y siguen utilizando) seudónimos para proteger sus identidades y reputaciones.

No se trata sólo de que el shibari haya sido una actividad erótica durante los últimos 100 años, sino que practicarla de una forma  pública y visible tuvo un gran coste personal para quienes lo hicieron.

Los que hoy practicamos shibari sólo podemos hacerlo gracias al precio que pagó un pequeño grupo de personas que sacrificaron mucho para hacerlo posible.

Lo que esas personas hicieron no fue sólo la creación de un nuevo medio de expresión erótica; fue un movimiento de liberación sexual.

Esto que me lleva al segundo punto. Para los que practicamos el shibari de esta manera, no se trata de la cuerda, no se trata de las ataduras, no se trata de la fotografía, ni de los likes de instagram. Se trata de la conexión erótica que sentimos con nuestras parejas y que ellas sienten con nosotros.

Utilizamos la cuerda como una herramienta, como un medio, como una forma de dar vida a nuestras fantasías y deseos eróticos. Se trata de una conexión humana y erótica entre personas. El modo de hacer una atadura concreta y su aspecto son secundarios con respecto a lo que hace la cuerda en relación con la fantasía. Aprendemos a atar para hacer algo, para crear un efecto, para construir una escena, para crear una experiencia para nuestra pareja. La atadura nunca es el fin ni el objetivo. Siempre es un medio para algo más, algo más profundo, algo físico o psicológico.

A esto nos referimos cuando decimos que el shibari es erótico.

Cuando deserotizamos el shibari, cuando lo convertimos en “sólo arte” o en algo diferente y seguimos llamándolo shibari o kinbaku, borramos los sacrificios de esas personas y la esterilizamos y la convertimos en algo que nunca debió ser.

A título personal, crecí en una época en la que la información sobre el kink y el fetichismo no estaba muy extendida. Pasé la mayor parte de mi juventud sintiéndome anormal porque mis deseos y fantasías eróticas no se reflejaban en la cultura dominante.

Como muchas de las personas sobre las que leí en el Japón de los años 50, me sentía solo.

Los que atamos y enseñamos shibari como actividad erótica y sexual seguimos enfrentándonos a los mismos problemas que Ito Seiu trató en 1925, aunque quizá en menor grado.

Cuando insistes en que el shibari es algo distinto a lo erótico, estás participando en una larga historia de demonización de aquellos que sí lo ven así. De aquellos que lo practican de una forma que les permite expresar algo, junto a su pareja de cuerdas, que ha sido rechazado, condenado al ostracismo y descartado por la mayor parte de la cultura dominante, por sus amigos y por sus familias.

Tenemos nombres para estas actividades, la llamamos “shibari” y la llamamos “kinbaku”.

Cuando practicas shibari e insistes en que es algo no erótico, lo estas haciendo a costa de aquellos que vinieron antes que tú, que sacrificaron mucho, y que creían en algo y practicaban algo en lo que tú no crees.

Hay una gran cantidad de términos que puedes utilizar en vez de shibari y kinbaku: bondage, ataduras, cuerdas artísticas, bondage occidental, ataduras decorativas, ataduras fusión, bondage de inspiración japonesa, y muchas más.

Por favor, utiliza esos términos en su lugar.